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CICLOTIMIA

Cojo el autobús. Me dirijo a tomar un café contigo, a tener una conversación trivial, a que me descargues los nervios sobre la nueva encrucijada que te espera. Un viaje a la isla de los solitarios errantes. Yo te escucho, o más bien lo simulo, porque la verdad es que no me importa. Ni tú, ni tus nervios, pero continuas hablando sobre ti, y sobre tu corazón que no quiere comprar Cúpido. Intento incorporarme en tus palabras, pero ya es demasiado tarde. Hay demasiadas pollas caminando por el aire, hay tantas que me estás mareando. “Tengo frío”, te digo, porque quiero cambiar de tercio, y he perdido la cuenta de tus mamadas. “¿Uno + uno, es igual a dos, a que sí, a que sí?”, me dices, esperando la aprobación de los adultos, a que te digan que tienes razón, como si fueras un niño pequeño. Eso que más da. Nunca fui buena en las matemáticas, y la sucursal de mamadas no me importa, yo no te quiero escuchar, ni pensar. Después todo se reduce a café, azúcar y palabras, pero yo no fui para verte, ni para agitar el pañuelo en tu despedida. Si fui a tu ciudad fue para desgastar el destino, para engañarlo, para estafarlo, para anticiparme a su sorpresa… Tan sólo quería ver a la chica del bar. Tú, tan sólo eras una excusa para verla. Creo que se me olvido decirte esa frase tan típica que se suele decir en estos momentos, eso de “Suerte y que te vaya bien”, aunque bueno la verdad es que tampoco me importa.

2 comentarios

Greta -

Yo me hubiese ido a tomar el café sola. Así la palabra mamada no podría desconcentrarme mientras mirase a esa camarera.
Un beso

Houdini -

Y te tomaste la molestia de intentar seguir a ratos la conversación, el monólogo más bien??? Vaya, niña, eso ya es mucho si el tema va de mamadas ;-)